lunes, 3 de octubre de 2016

Modelos alternativos al del código: modelo de Grice (I)



Existen modelos de la comunicación alternativos al modelo del código que procuran, de forma más o menos fehaciente, superar sus deficiencias y, por consiguiente, ofrecer una imagen de cómo funciona la comunicación más precisa. Dos de estos modelos, históricamente emparentados, son el modelo (neo)griceano y el modelo relevantista. En primer lugar, se presentará el modelo griceano en su versión clásica, tal como se expone en la obra Studies in the Way of Words, obra del filósofo y lingüista británico Paul Grice.

La teoría de Grice surgió como un intento de paliar las limitaciones de teorías basadas estrictamente en la semántica (limitaciones similares a las que sufre el modelo del código). Por ejemplo:

A: ¿Qué hora es?
B: El cartero ya ha pasado.

La cuestión es que una teoría estrictamente basada en la semántica o una teoría que intente explicar la comunicación a partir de la codificación y decodificación de mensajes no puede explicar cómo la respuesta de B, a pesar de no responder literalmente la pregunta de A, puede interpretarse, empero, como una respuesta de A.

Hubo teorías que concedían al significado de los enunciados unos contenidos imprecisos: en que cada contexto (situación en nuestro libro de texto), el significado del enunciado variaría considerablemente. Grice, no obstante, optó por otra solución diferente. Prefirió considerar que los significados (pertenecientes al código lingüístico) eran simples, estables y unitarios (es decir, no varían sustancialmente en cada contexto), siendo su cobertura pragmática (esto es, lo que se interpreta en la enunciación de cada contexto) lo que era inestable y específico de cada acto comunicativo. Para ello, Grice distinguió entre lo que se dice y lo que se implica (también llamado implicatura).

·       LO QUE SE DICE: significado de un enunciado en una situación específica según criterios convencionales. En nuestro ejemplo anterior, lo que dice B es “el cartero ya ha pasado”.

·         LO QUE SE IMPLICA: lo que comunica el emisor con vistas al propósito comunicativo de los participantes, i.e. lo que pretende comunicar el emisor con su enunciado. En nuestro ejemplo anterior, lo que implica B es “Deben de ser más de la doce” (porque A y B saben que el cartero siempre pasa a las 12 por el barrio).

Grice integra esta distinción entre LO QUE SE DICE  y LO QUE SE IMPLICA en una determinada visión de la comunicación. Recuérdese que la visión de la comunicación en el modelo del código consiste en un emisor que codifica una idea de su pensamiento, la emite mediante el canal (físico), el receptor percibe ese mensaje codificado y, por compartir emisor y receptor un mismo conocimiento del código, dicho receptor consigue decodificar el mensaje y reproducir en su mente un mensaje que es similar, pero normalmente no idéntico (aunque sí en teoría), al del emisor. En cambio, el modelo de Grice concibe la comunicación dentro de un enfoque más holista. La comunicación sería una de las múltiples formas de interactuar de los seres humanos. Concretamente, es una interacción que persigue conseguir un objetivo o propósito y, dado que hablante (emisor) y oyente (receptor) son agentes racionales, las acciones (emisiones lingüísticas) que se realizan son racionales (es decir, son el mejor modo para realizar el objetivo planteado). Hablante y oyente cooperan racionalmente para lograr ese propósito fijado.

La forma en la que un enunciado se interpreta de forma diferente a lo que dictamina el contenido que se dice literalmente está guiada por el cumplimiento de tres condiciones necesarias y suficientes. Explícitamente, siendo H el hablante, O el oyente, p lo que se dice y q lo que se implica, cuando H dice que p, implica conversacionalmente q si y solo si:

(1) Se supone que H está observando las máximas o, por lo menos, en el caso de las burlas, el principio de cooperación;
(2)   Con el fin de mantener el supuesto (1), hay que suponer que H piensa q;
(3)   H piensa que tanto H como O saben que O puede interpretar que para que se preserve el supuesto (1), q es, de hecho, necesario (es decir, el hablante piensa que él y el oyente saben que ambos cooperan y, como ambos saben esto, el hablante confía en que el oyente sea lo suficientemente listo como para darse cuenta de que no puede querer decir solo p, sino que es necesario que esté dando a entender otra cosa, concretamente q).

Concretamente, (1) marca dos caminos, a saber: o el hablante observa (sigue) todas las máximas (y, por tanto, coopera con el oyente) o no sigue todas las máximas pero al menos sí coopera. Estos dos caminos determinan dos formas diferentes de poder interpretar un enunciado. Pero antes, debemos saber qué es el principio de cooperación y cuáles son exactamente las máximas.

El principio de cooperación se sigue de forma espontánea siempre que dos agentes racionales persiguen un objetivo o fin común y se ayudan mutuamente.

El principio de cooperación se enuncia literalmente tal como sigue: “Haga su contribución (comunicativa) tal como se requiere, en la situación que tiene lugar, a través del propósito aceptado en el intercambio hablado en el que está comprometido”.

Las máximas son concreciones del principio de cooperación que igualmente subyacen al uso cooperativo del lenguaje. Especifican el contenido genérico del principio de cooperación. Son cuatro:

·         CALIDAD: trate que su contribución sea verdadera, específicamente:
o   (i) No diga lo que crea que es falso.
o   (ii) No diga algo de lo cual carezca de pruebas adecuadas.
·         CANTIDAD:
o   (i) Haga su contribución tan informativa como exige el propósito actual del intercambio (comunicativo).
o   (ii) No haga su contribución más informativa de lo requerido.
·         RELACIÓN:
o   Haga contribuciones pertinentes.
·         MANERA: sea perspicuo (claro), específicamente:
o    (i) Evite la oscuridad en la expresión.
o   (ii) Evite la ambigüedad.
o   (iii) Sea breve.
o   (iv) Sea metódico.

Se decía anteriormente que la condición (1) abría dos caminos:
(a) O el hablante seguía todas las máximas y, obviamente, coopera o
(b) el hablante coopera pero no puede seguir todas las máximas.

En el primer caso, (a), el hablante observa las máximas de modo directo y puede confiar en que el oyente amplifique lo que él dice por medio de algunas inferencias basadas en el supuesto de que el hablante sigue las máximas. Por ejemplo:
A: ¡Cómo me encantaría beber agua!
B: Hay una fuente justo al girar la calle.

El enunciado de B se entiende como un lugar donde poder beber agua (aunque nótese que B NO dice literalmente esto, sino que se INFIERE a partir de lo que dice). No sería plenamente cooperativo si la fuente estuviera estropeada o destrozada (siempre que B fuese consciente de su estado, obviamente).

En el segundo caso, (b), el hablante coopera pero no puede seguir todas las máximas. En este caso, el hablante burla las máximas DE FORMA DELIBERADA Y OSTENTOSA. Por ejemplo:

A: Compremos algo a los niños.
B: De acuerdo, pero no C-A-R-A-M-E-L-O-S.

B, deletreando la palabra “caramelos”, infringe deliberadamente la máxima de manera, transmitiendo así que preferiría que no se mencionara directamente nada sobre caramelos.

Es importante la cláusula de que la burla o incumplimiento de la máxima sea deliberada y ostentosa (i.e., que permita al oyente darse cuenta de que el hablante desea que el oyente perciba que se está incumpliendo tal o cual máxima), porque esto diferencia genuinos casos de cooperación con otros en los cuales el hablante viola una máxima porque NO coopera. Por ejemplo:

A: ¿María tiene novia?
B: Sí, lleva tres meses con Juan (pero B sabe que María está soltera y pretende mentir a A sin que este lo sepa).

En este caso, B infringe la máxima de calidad, pero NO lo hace de forma deliberada y ostentosa, precisamente porque NO desea cooperar con A.

En general, si bien Grice considera que la comunicación supone un acto de cooperación entre agentes racionales, esto no supone, como él mismo asevera, que toda comunicación suponga cooperación. A veces, a uno (o a los dos) interlocutores les interesa NO cooperar y, por tanto, infringen reiteradamente una o varias máximas, SIN cooperar. Por ejemplo,
A es agente de policía e interroga a B sobre el asesinato de una persona. Así:

A: ¿Estuvo usted en la playa donde se produjo el asesinato de María Jiménez la noche del 25 de agosto?
B: No. (B sí estuvo y lo sabe, pero no le interesa cooperar con A, por tanto, no sigue el principio de cooperación).




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